Mounim conoció este lugar en 2020. Desde el principio sintió que tenía algo especial. Dice que si algo está destinado a ser para ti, lo acaba siendo. Y en este caso, lo fue. Nada más verlo, le vinieron recuerdos de su infancia, de cuando su padre lo llevaba a pasar los veranos en sitios parecidos: rodeados de naturaleza, con familias enteras reunidas, comidas largas y días que parecían no acabarse nunca.
Con Ca l’Alzina, quiso recuperar esa sensación. Ese tipo de felicidad sencilla que se vive en buena compañía, cuando todo encaja sin hacer demasiado ruido. Lo que le movió fue justo eso: crear un espacio donde otras personas pudieran vivir momentos así, que se queden grabados.
Y por eso aquí se cuidan tanto los detalles. Porque para él no se trata solo de montar eventos bonitos, sino de que la gente salga con la sensación de haber vivido algo auténtico.

